La oferta

Podemos ahora detenernos en otro momento, en una curva de la historia que estamos narrando. La primera fase, la del apartamiento del mundo, expuesta en el inicio del presente volumen, ya se encuentra distante, transcurridos treinta y cinco años (1931 – 1966), y el trabajo de nuestro personaje en el cumplimiento de su destino se encamina a su conclusión. Lo que era un programa, ahora es un hecho consumado. Llegó, por lo tanto, el momento de observar, de ver, después del camino recorrido, el fruto, producto de aquel primer impulso inicial.

Con este objetivo, vamos a transcribir la conferencia realizada por el autor de La Obra en Brasilia, centro del continente sur-americano, la cual fue después leída por un parlamentario en la cámara de diputados y publicada en el diario del Congreso Nacional Brasilero, en marzo de 1966, con el título:

NUESTRO OFRECIMIENTO SIMBÓLICO AL BRASIL Y A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA

En esa reunión, en la capital de Brasil, participaron amigos provenientes de varios lugares del continente sur-americano, así como de los Estados Unidos, juntos, en estrecha colaboración. También llegaron mensajes de adhesión de Japón y de otras partes del mundo. A continuación el texto de la conferencia:

Queridos amigos, os hablaré de una historia rara.

Hace 35 años, un hombre llegado a la mitad de su vida, sin haber preparado un plan de trabajo, empezó a escribir, obedeciendo a un impulso interior. Después de la Navidad de 1931 jamás paró. Sin conocer cuáles serían los futuros desarrollos de su trabajo, él lo fue realizando, día tras día.

Hoy, aquel trabajo está casi terminado y se encuentra visible en su estructura orgánica, en su desarrollo lógico, en su armónica arquitectura. Se trata de una Obra de veinticuatro volúmenes y cerca de diez mil páginas. Ella nos explica el origen, la estructura y el funcionamiento orgánico de nuestro universo físico-dinámico-psíquico, nuestra posición dentro de él y el significado y finalidad de nuestra vida, para llegar al fin a conclusiones prácticas, mostrándonos cuál debe ser nuestra conducta si no queremos pagar con sufrimiento nuestros errores.

La finalidad de esta Obra es la de ofrecer un conocimiento que el mundo aún no posee, necesario para conducirse con sabiduría y así vivir en una forma menos bárbara que aquella en la cual vive el llamado hombre civilizado moderno. En este sentido La Obra contiene las bases sobre las cuales se podría apoyar una nueva civilización, la que, por ley de evolución, el hombre deberá fatalmente realizar en el tercer milenio. Se trata de vivir mejor, lo que sólo es posible con más inteligencia y bondad. La mayor finalidad de esta Obra es la de hacer el bien, mostrándonos una forma de existencia menos feroz, más civilizada, más feliz. La Obra es un proyecto para la acción a quien quiera ejecutarla, pero no es la acción en sí misma. Es una luz que ilumina y orienta, pero no es el movimiento que realiza. Esta parte pertenece a los ejecutores, que podrán llegar en otro período. Los que permanezcan inertes, esperando que todo caiga del cielo, no gozarán de las ventajas de la ascensión evolutiva. No debemos olvidar que la división del trabajo, según la especialización de cada uno y sus particulares capacidades, es una necesidad práctica. El ingeniero que hace el proyecto de un edificio no puede hacer el trabajo del albañil para construirlo y el albañil necesita encontrar el proyecto ya pronto para saber cómo construir.

La   posición en la que nos encontramos hoy, es la siguiente: el proyecto está casi terminado, llegando a su úl¬tima parte, con la cual se concluye. El autor cumplió su misión. Muchos hablan de misiones, con las cuales se visten, pero serian inútiles si no fueran llevadas hasta el fin. Podemos aquí hablar de misión porque ella fue cumplida. El autor terrestre hizo su parte. Al mismo tiempo él está terminando su vida, en la cual de e

El primer acto del drama se cierra. Baja el telón y el autor, satisfecho, desaparece en la sombra.  El anhela solamente que lo olviden, porque, terminado el trabajo, lo que tiene valor es la obra y no el obrero. En este momento él pide una gracia: que le sean ahorradas exaltaciones personales, honores inútiles, porque ellas pertenecen sólo a La Obra; pide que lo dejen retirarse en silencio del escenario del mundo para prepararse desde ahora a vivir el nuevo tipo de vida que lo espera en el más allá.

Lo que queda es La Obra, que es lo que interesa más. Ella no es un producto muerto, de literatura, sino una semilla viva que cae en el terreno del mundo, para brotar. La vida la generó para que viva. Las ideas de La Obra fueron formuladas para ser transformadas en hechos. He aquí que surgen otros tipos de trabajadores: los hombres de acción, los realizadores. Le toca ahora a ellos cumplir el segundo acto.

Hoy se realiza el pasaje de las manos del proyectista a las manos de los constructores. El primero terminó su parte y se retira. El momento actual es el de la entrega del proyecto. Es exactamente esto lo que estamos ahora, todos juntos, haciendo aquí en Brasilia. Hoy es el día de esta entrega. Desde este momento La Obra entra en una nueva fase que se desarrollará progresivamente como se desarrolló la primera para continuarla, empezando donde ella terminó. Tenemos así dos movimentos opuestos: el autor se aleja y desaparece, siguiendo en otro lugar su destino; y La Obra, como una criatura que acaba de nacer, empieza, por su cuenta, caminando por el mundo.

Ustedes son los primeros obreros a los cuales La Obra está confiada. Es por ese motivo que estamos aquí reunidos. Este encuentro tiene un importante significado precisamente por el hecho que en él se realiza este ofrecimiento nuestro. Es en esta noche que esto sucede. Se trata de la transferencia de las manos del compilador a las de sus herederos espirituales. Ofrecimiento gratuito para el bien de quien lo recibe. Esto está sucediendo en Brasilia, capital del Brasil, en el corazón del continente sudamericano. Como dice el título de la conferencia, este es nuestro ofrecimiento simbólico al Brasil y a los Pueblos de América I.atina. Aquellos que de otros países de América del Sur no han podido llegar hasta aquí personalmente, están espiritualmente presentes en esta hora, como dan testimonio las cartas y los mensajes por ellos enviados. Estas palabras nuestras les serán remitidas en su mismo idioma, y la distancia física no impedirá nuestra unión espiritual.

Las fuerzas que han querido la realización de la primera parte del trabajo, es lógico que quieran ahora que se cum¬pla también la segunda parte, sin la cual la primera no tendría sentido. En el primer período, pruebas concretas nos han demostrado que este movimiento es voluntad del Alto, y que fuerza alguna puede pararlo. Se engaña aquel que confía en los métodos del mundo.

Aquí no se trata de ruidosos y rápidos éxitos, de tangibles realizaciones inmediatas. Se trata de fenómenos de gran amplitud y por eso de lenta maduración; de realizaciones que no tienen prisa, como el hombre acostumbra tener, encerrado en una sola vida. Se trata de desarrollos que llegan de lejos en el tiempo y en el espacio, no necesitando por eso alcanzar rápidamente conclusiones, para que, quien sólo logra ver lo que está cerca, pueda apercibirse. Se trata de un movimiento profundo que está más allá del interés del individuo y del momento, y que va al encuentro de otros movimientos paralelos en el desarrollo de la historia. Entonces, cada uno, que cumpla espontáneamente su parte, para la cual se sienta llamado. Después llegarán otros y otros. El artífice de todo esto está en lo Alto y posee inagotables reservas de instrumentos humanos. Si así sucedió tendrá que seguir sucediendo en el futuro.

He aquí lo que significa este ofrecimiento: significa una Obra ahora terminada y hoy la entrega a sus continuadores. Dos veces fue hecho este ofrecimiento, y dos veces providencialmente rechazado. Decimos ”providencialmente”, porque cada rechazo le abrió las puertas para su mayor expansión. El primero, el rechazo de Roma, le abrió las puertas del Brasil; el segundo, de algunos en el Brasil, las de América La¬tina. Así la finalidad fue lograda, ¿Por qué? ¿Cuál sería esta finalidad?.

Si el Comunismo representa la idea asiática, y la Democracia-Capitalista es la idea anglo-sajónica europea y norteamericana, he aquí que América Latina puede tener una tercera idea, suya. Idea cristiana como lo son los latinos hijos de Roma, idea basada no sobre problemas de expansión territorial o bélicos para hacer guerras, sino sobre principios espirituales para afirmar y difundir la paz. Por este motivo La Obra automáticamente se dirigió hacia el Brasil, desde él desparramándose por la América del Sur.

De hecho el plan de La Obra es totalmente pacífico, sus bases son evangélicas, sus conclusiones llevan a una moral de recíproca comprensión y colaboración  Todo esto se coloca claramente en las antípodas del estado de guerra en el cual  en el otro hemisferio, se debaten las dos más poderosas; naciones del mundo. En la realidad, el hemisferio norte es un terreno minado, y sobre él está suspendida, como una espada de Damocles, por un hilo el arma atómica. Muy importante puede ser en la vida el poder bélico y económico, pero el mundo necesita también de paz, sin la cual (si bien que con grandes trabajadores se produzca mucho), todo terminará siendo destruido. Se necesita sobre todo en este tiempo nuestro, en el cual el mundo vive bajo la continua amenaza de una guerra apocalíptica.

Nuestra Obra enseña a vivir otro tipo de vida, basándose sobre principios de un nivel biológico más evolucionado, para llevar el hombre a un grado de civilización más adelantado, aquella que será la “Nueva Civilización del Tercer Milenio” a la cual por la lógica de la vida, la  humanidad no podrá dejar de llegar.

El problema es práctico, utilitario. Se trata de ser bastante inteligente para llegar a comprender la ventaja de vivir orgánicamente, en el orden, y no en la lucha y en el caos; vivir de comprensión y coordinación de esfuerzos, y no de rivalidades y separatismo egoísta.

Estas son las conclusiones de La Obra: en ella son demostradas las razones profundas de esas conclusiones hasta el origen de nuestro universo, tornando evidente, sin exigir actos de fe, el porqué de nuestra existencia, cuales son las leyes que la rigen y cómo el dolor deriva del hecho de no obedecer a ellas; explicando cómo funciona el inmenso organismo del todo, dentro del cual estamos situados y con el cual tenemos que coordinarnos, si no queremos sufrir. Cada error es como una enfermedad en este organismo, una enfermedad que duele, y que percibimos porque el dolor también lo es de cada célula de aquel organismo. Enfermedad es salir del orden. Entonces se puede establecer la equivalencia: orden en la Ley = felicidad; desorden fuera de la Ley = sufrimiento. Sabemos así porqué existe el dolor y cómo evitarlo. Su función es la de impulsarnos a volver al orden para nuestro bien, porque en el orden no hay dolor.

La moral que de todo esto resulta, es racional, científica, demostrada, por eso no reducible, como se acostumbra a hacer, a la apariencia e hipocresía. Esta moral no es un producto empírico, fideístico, de uno u otro grupo, político o religioso, para interés suyo; por el contrario, es una moral universal, positiva, no conectada con intereses, verdadera en todo tiempo y lugar, sin evasiones, como lo son las verdades científicas. Nadie opina que la ley de gravitación pueda parar o no por el hecho de que se pertenece a uno u otro partido político, a una u otra religión. Así La Obra nos muestra una moral biológica que funciona para todos, créase en ella o no: una regla de vida armada de sanciones, que reacciona cuando la violamos, a la cual nadie puede huir, como no se puede evitar una enfermedad o parar una reacción química por el solo hecho de que se es adepto de una fe en lugar de otra. Hoy el hombre, como individuo y como sociedad, sufre inmensos dolores, como consecuencia de su ignorancia de estas leyes, que golpean a quien, por no conocerlas, practica el error de violarlas. Todo esto puede parecer hoy utopía de idealista. Pero la utopía de hoy en general se vuelve realidad mañana. El ideal es una anticipación de la evolución y en el mundo actual están prontos dolores inmensos para apresurar el desarrollo de la mente y la maduración de conciencia, lo que es necesario para llegar a la comprensión.

He aquí el contenido y la finalidad de La Obra que hoy ofrecemos en este lugar. Por el hecho de que nos explica cómo funciona la vida, ella no puede dejar de ser, como la ciencia, imparcial y universal. Su objetivo no es el de juntar un grupo y con él luchar contra otros grupos para vencerlos, como es hábito en nuestro mundo; su método no es el de extenderse para dominar, lo que produce rivalidades y escisiones, sino es el de demostrar para convencer, lo que produce concordia y unificación. Por eso La Obra hoy no es ofrecida a un grupo particular. Ella no puede quedar encerrada en una de las divisiones humanas, en un determinado sector o partido, sea político o religioso, como no lo pueden las leyes de la vida y las verdades universales de la ciencia. No pretendemos colocarnos por encima de los grupos humanos, en nombre de Dios, como lo hicieron algunas religiones. Apenas nos encontramos fuera de ellos. Se explica así cómo no resultaron las tentativas de los grupos que trataron de absorber La Obra para sus finalidades. Ella no constituye una opinión particular, no es un acto de fe ciega, no es teoría para ocultar y defender intereses: es simplemente la explicación de cómo funciona la Ley de Dios en sus diferentes niveles; es sólo un pensamiento que, expresando verdades, quiere ofrecer conocimiento y la conciencia necesaria para una vida más elevada y, por eso, con menos sufrimiento. Por esta razón no sirven los poderes del mundo, sean políticos, económicos o bélicos, porque ellos no son más que engranajes de la máquina de Dios de la cual forman parte en calidad de subordinados, máquina que ya está funcionando y que no necesita del consentimiento humano para lograr sus objetivos. Quien entendió este mecanismo sabe donde pretende llegar la vida y fatalmente terminará llegando, dirigiendo con su inteligencia el hombre que ignora los objetivos que ella pretende alcanzar.

Así La Obra que ofrecemos se fusiona totalmente con el fenómeno evolutivo y con el momento histórico en el cual se realiza, con pleno conocimiento de los objetivos que él quiere y que deberá lograr. En resumen, reunimos todas las distinciones humanas, que producen separaciones, y les decimos: no entramos en vuestro separatismo. Nuestro principio es la unificación. Pero no una unificación de grupo, basada en el sectarismo y proselitismo para luchar, esto es, para dividir y dominar venciendo a alguien, sino una unificación con la Ley de Dios, con su universal armonía y con su suprema orden. El hombre entiende por unificación un agrupamiento dirigido contra alguien. A esto están reducidas las religiones. Nosotros entendemos por unificación, una adhesión a la Ley de Dios, saliendo de todos los agrupamientos humanos que terminan por dividirse. El hombre que utiliza las cosas espirituales con el método sectarista, separatista y agresivo contra el prójimo, demuestra su involución. El hombre evolucionado, para no entrar en la lucha, se aleja de él en silencio, respetando su ignorancia.

Un día, tratando de explicar este tipo de universalidad, me contestaron: “comprendo, se trata de un nuevo partido, el de los universalistas”. Esto nos muestra como el hombre no sabe concebir sin no es en forma de separatismo egocéntrico, y cómo es difícil para él superar en sentido universalista unitario. Pero es precisamente en esta fundamental renovación de forma mental que consiste La Nueva Civilización del Tercer Milenio, porque es de esta renovación que depende nuestra conducta y en consecuencia, toda la orientación de la vida y de la sociedad humana. Lo que más interesa al involucionado actual es la rivalidad y la lucha. Lo que más interesará al evolucionado de mañana, será, por el contrario, la unificación y la colaboración. Esta va a ser la mayor revolución de nuestro milenio. Es hacia ella que nuestra Obra nos dirige. Así, desde ahora, quien la entendió, empieza a practicar este nuevo método de vivir, que no es una egocéntrica voluntad de sobreponerse a los otros, sino de entenderlos para cooperar. Se trata finalmente de volver una realidad el Evangelio, hasta hoy reducido sólo a teoría y predicación, cuando dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Con esta Obra nos proyectamos en el futuro. Ella fue escrita para las nuevas generaciones que vendrán, a las cuales la entregaréis a fin de que la vivan para su bien. Ustedes también tienen, y ellas con vosotros tendrán, una misión: la de la realización. Recordad sin embargo, que una misión no existe solo para hablar de ella, como se acostumbra hacer, sino para ser cumplida. Nuestro trabajo no es de palabras, sino de obras. Ahora el ofrecimiento está hecho. Del mismo modo que sucedió con el trabajo que realizó la primera fase hoy terminada, será también con el trabajo que se podrá realizar la segunda aún por cumplir. Se trata de la construcción de sí mismo, pues el edificio a levantar es interior. Pe¬ro nada desciende del cielo en forma gratuita. Sea el individuo, sea la humanidad, todos tienen que subir la montaña de la evolución con sus propias piernas. Cambian los obreros y La Obra continúa. Yo os indiqué el objetivo. El hom¬bre es libre y puede rehusar. Entonces nada recogerá y en lugar de ganar elevándose, quedará en las viejas posiciones atrasadas.

Por eso hoy se trata de un ofrecimiento, no de un comando, esto es, un regalo que la vida ofrece para el bien de la humanidad: no es una imposición para constreñirla. Es una ayuda, un consejo, una invitación para evolucionar. La vida, en esta hora, desea convencer a quien tiene capacidad de comprender, desea mostrar el camino a los hombres de buena voluntad. Para quien no quiera comprender, la vida posee otros recursos que convencen mejor: ellos son una inmensa destrucción de guerra. Esto no es novedad en la his¬toria de la evolución. El dolor será siempre el instrumento clásico con el cual la vida se hará comprender por aquellos que, con otro lenguaje no quieren entenderla, y así logra impulsarlos a evolucionar, obteniendo su salvación.

Presentamos aquí la posición de La Obra frente a su futuro desarrollo y la función que aún tiene que cumplir; hemos explicado su contenido y el significado de este ofrecimiento simbólico nuestro, hecho hoy aquí en Brasilia, y dirigido al Brasil y a los pueblos de América Latina. Vamos a aclarar ahora aún mejor porqué todo esto sucedió, sucede, y se concluye hoy, en este momento y en este lugar.

Todo esto corresponde a las actuales condiciones del mundo, y aparece para satisfacer una urgente necesidad. El desarrollo de la técnica está pronto para suministrar el bienestar material. Falta para completarlo y equilibrarlo, un correspondiente desarrollo moral y espiritual que lo dirija para el bien y no para el mal, lo que puede ser una ruina para todos. Si el hombre no llega a poseer estas otras cualidades, el progreso material puede terminar en un desastre, como hemos visto en los descubrimientos atómicos. Esta es la función salvadora de la tercera idea.

Ahora bien, esta idea no es solamente, como explicamos antes, una verdad como tal para todos, por ser racionalmente positiva, biológicamente evolucionista, científicamente uni¬versal. Es también una idea cristiana. Lo es en el más pro¬fundo sentido unitario y sustancial, aquel para el cual se dirigen las filosofías y religiones de tipo cristiano en su tra¬bajo de actualización; una idea entonces en la que se pue¬den reunir catolicismo, protestantismo, espiritismo y afines espiritualistas de fondo cristiano, un producto típico de la raza latina para la raza latina, llegado de Roma, nuevo mo¬delo de la misma civilización cristiana que Roma ya ofreció al mundo durante dos milenios y que ahora se desplaza para otro centro, en el país que fue llamado “Patria del Evan¬gelio”. Los síntomas y los efectos de esta nueva amplitud de visión, encaminada para la unificación de los hermanos separados, ya aparecieron en actitudes ecuménicas en el se¬no de la más dogmática de las religiones. Esta es la tenden¬cia de nuestro tiempo. Otros menos ágiles llegarán más tar¬de, pero teniendo que progresar en el mismo sentido de la unificación. La verdad es que ya demostramos bien que la vida evoluciona cada vez más hacia mayores unificaciones. Lo vemos en la política del mundo, hoy reducido a dos o tres grandes naciones alrededor de las cuales se agrupan las otras.

Esta tercera idea surge en un momento histórico gra¬vísimo. Hace un siglo atrás ella no hubiera tenido sentido. Hoy los oídos están atentos en todo lugar y todo está en movimiento. Se vive una fiebre de renovación. En su mayor parte ella es de destrucción, como vemos en el existencialismo y semejantes teorías. He aquí que una idea reconstructora se vuelve un producto de la mayor necesidad, indispensable a la continuación de la vida, porque su vieja casa, dentro de la cual los hombres se han protegido durante dos mil años, ahora está cayendo de vejez, y terremotos de revoluciones mundiales la sacuden hasta los cimientos. La Obra que ofre¬cemos está proporcionada a nuestro tiempo, y este lo está en relación con La Obra. Todo está conectado, llega a su de¬bido tiempo, hecho de partes correspondientes que se combi¬nan unas con las otras.

Todo esto permite suponer la existencia de un plan pre¬establecido, tanto más que no se podía prever cuando La Obra fue iniciada, y aparece visible solamente ahora después que el trabajo fue realizado. Otra mente que sabía, debe enton¬ces haber preparado y organizado este trabajo. Y, si esta mente tanta cosa supo hacer hasta hoy, esto nos autoriza a creer que ella continuará sabiéndolo hacer en el futuro, porque es inadmisible que quien da prueba, en un determinado período, de ser inteligente, se vuelva de pronto lo contrario, y olvide el trabajo que cuidadosamente preparó. En estas afirmaciones quedamos presos a los hechos, porque queremos ser entendidos por las mentes positivas, permaneciendo positivos, como es necesario, a quien, no solamente cree, sino también debe realizar. Precisamente por el hecho que la composición de La Obra fue trabajo de parapsicología, tuve que imponerme una disciplina mental que cumpliese un continuo y riguroso control, que aconsejo a los que trabajan en este terreno, en el cual es fácil perderse en fantasías y acep¬tar por verdades aquello que es solamente producto del sub¬consciente. La verdad es que si yo tuviera que hacer una confesión, debería decir que estoy maravillado al verificar, no sólo en la composición de la Obra sino también en los hechos que determinaron su difusión hasta aquí, la presencia de una inteligencia dirigente y de una voluntad realizadora, sin la que todo lo que fue logrado hasta hoy, hasta este pun¬to mayor aquí en Brasilia, no podría haber sido cumplido. También para los materialistas la lógica es lógica v los hechos son hechos. Es el conocimiento detallado del camino hasta hoy recorrido por La Obra, lo que me dice todo esto y que me permite concluir que sería absurdo haber sido efec¬tuado para nada, sin que todo continuase desarrollándose hasta lograr sus objetivos.

Ahora que el trabajo fue realizado, me pregunto cómo fue posible ejecutarlo, siguiendo un plan lógico de desarrollo, sin conocerlo con antecedencia, cómo fue posible llegar al punto conclusivo de este ofrecimiento en Brasilia, en el cual todo queda confirmado, cuando no se disponía de medios adecuados para llegar hasta aquí, por el contrario, todo parecía encontrarse en poder de discordantes voluntades ajenas, muchas veces dirigidas hacia objetivos bien distintos? Fue un camino tortuoso, a través de los más diferentes am¬bientes. Pero el punto de llegada fue alcanzado, sin contra¬dicciones y desviaciones, sin concesiones y adaptaciones, camino rectilíneo en sustancia, a pesar de haber recorrido una floresta llena de obstáculos y engaños. El milagro fue el de haberlos vencido con la sincera simplicidad de un niño. ¡Que larga historia veo ahora detrás de mí! Es la historia de mi vida.

Ahora observo que las afirmaciones sostenidas en el capítulo XIII, “Mi Posición”, en uno de mis primeros libros de La Obra: “La Ascensión Mística”, jamás cambiaron. Ellas fueron confirmadas en el libro “La Gran Batalla”. Aquel método, que pareció locura para el mundo, de confiarse sobre todo a las fuerzas espirituales, se demostró experimentalmente válido y nos llevó hasta las conclusiones de hoy. Sin algo que se encuentre arriba de los comunes recursos humanos, todo esto no se puede explicar.

Se cumple finalmente lo que fue dicho en el capítulo V del libro “Profecías”, respecto a la “Función histórica del Brasil en el Mundo”. Cuando escribí aquel capítulo no exis¬tía aun Brasilia y él nos explica porque estamos hoy aquí, para cumplir este ofrecimiento nuestro de La Obra. Es con aquel libro “Profecías”, que La Obra inicia la segunda parte que fue escrita en el Brasil y que por eso se llamó brasilera, siendo dedicada al Brasil. Hay una convergencia de muchos hechos para este momento que ahora vivimos. El termina un camino e inicia otro. Un pobre hombre que llegó de le¬jos, del centro de la civilización cristiana, viejo y agotado, entrega hoy el fruto de su vida a un mundo joven, inmenso, al cual pertenece el futuro. Esta semilla llevada por el viento de mil aventuras llegó hasta  aquí y paró hoy en esta tierra virgen, en el centro de un nuevo continente. Mil aconteci¬mientos milagrosamente concordaron para llegar a este resultado. El azar no podía producirlo. Esto no se puede explicar sino admitiendo que sea debido a la voluntad de Dios. Está claro que El quiere que esta semilla crezca v se desarrolle para la afirmación espiritual de esta nueva gran tierra, para que, ella también, en el tercer milenio, cumpla su misión en el mundo, según su destino, que no es de guerra, sino un destino evangélico de bondad, de amor, de paz.

26
ene
1965