Encuentros con enstein I

El hombre

Estaba en el Aeropuerto de Congonhas, en São Paulo, de salida para el interiro, cuando los periódicos trajeron la noticia de La muerte de Einstein.

Hasta la llegada del avión, fue una continua tempestad en mi mente. Cuántos recuerdos! Él había tenido la paciencia de leer mis libros y de manifestar, en sus cartas, su juicio al respecto. Pensé en ese mi gran amigo que, en el siglo de la ciencia experimental, había ido más allá del telescopio y del microscopio, teniendo como único laboratorio su cerebro. Con él el hombre había vuelto a vencer en el terreno del pensamiento puro, en la forma de la lógica matemática, que es siempre lógica como aquella de los mayores pensadores, filósofos o teólogos del mundo. Y esto sucedió en nuestro mundo moderno para aclarar la ciencia positiva, demostrándonos que se puede llegar al conocimiento no solamente por el camino de la observación y la experimentación, pero también por las abstracciones del pensamiento puro.

Además de eso, Einstein lanzó la idea de la relatividad. Sólo él demostró matemáticamente que no hay una medida absoluta de tiempo y espacio, porque los cuerpos en el espacio están en movimientos relativos unos a otros; y este principio vino a contagiar los principios afines y se esparció hasta alcanzar un sentido más universal al respecto de todos nuestros conocimientos. La idea, que ya apareciera con Bergson, acabó haciendo, así, admitir que no podemos concebir sino verdades relativas en evolución.

Demostrándonos que las leyes que rigen los mínimos electrones son las mismas que rigen los sistemas planetarios y galácticos, él nos guió a la idea de la unidad del todo, unidad conclusiva y substancial por ser la materia, en sus propias conclusiones, apenas una forma de energía. Su Teoría General de la relatividad constituye el mayor triunfo de la mente humana hasta hoy.

Y ese hombre tuvo la paciencia de leer algunos de mis libros y la humilde voluntad de escribirme. He aquí como sucedió porque él no acostumbraba, ni podría, responder a las centenas de cartas que le llegaban por el correo.

Un día – era 12 de marzo de 1951 – estaba escribiendo en mi cuarto solitario de Gúbio, en Italia, cuando un joven golpeó a mi puerta para informarme que en el hotel de la ciudad había llegado una pareja de norteamericanos buscándome. Fui para allá, pensando que pecesitaban un intérprete. Pero no era así. Habían leído algunos artículos mios en una revista de Londres y en otra de Nueva York, y quisieron ver la ciudad de Gúbio. Se trataba de Mr. Gerold M. Lauk, de Nueva York, que tenía otro apartamento en Nassau Street, en Priceton, New Jersey.

Así fuimos, en el carro de él, visitando las antigüedades de la ciudad de Gúbio y luego nos volvimos amigos. Lo que más me interesó en él fue saber que vivía en la ciudad de Priceton, en los E. U. A., donde vivía el profesor Albert Einstein. Era su amigo y tomaba té en su casa y de la hija Margot Einstein, en Mercer Street. Comenzó, así, a relatarme una porción de pormenores de la vida de Einstein; que no pensaba en dinero, que se quedaba siempre abstracto, en la mayor simplicidad de hábitos y de ropas, hasta parecer, por fuera, un hombre cualquiera. Einstein, que Mr. Lauck llamaba ”el profesor”, enseñaba en la “Escuela de Matemáticas del Instituto de estudios Avanzados”.

Poco a poco yo iba, así, conociendo más de cerca, por las palabras de un amigo suyo, ese hombre extraordinario y, cada vez más, concebía mayor simpatía con él y mayor admiración por su simplicidad, por su genio. Si yo fuera a Princeton, Mr. Lauk me habría presentado al Prof. Albert Einstein. Así me lo prometiera.

Sin embargo en el terreno puramente matemático, yo nada entendía de sus teorías, sólo accesibles a científicos especializados, yo percibía que estábamos de acuerdo plenamente en el terreno filosófico, filosofía de la ciencia, no obstante él no llegara al plano espiritual que estaba más allá de sus investigaciones.

Es así que se explica cómo Einstein hubiese gustado de mis libros en las partes en las que yo me quedaba en el terreno positivo de la ciencia y como los juzgaba, nada más, cual obra de arte, leve y extraña, cuando se trataba de problemas espirituales.

Se explica, pues, perfectamente, su primera carta, de 2 de Mayo de 1951, que aquí reproducimos, traducida del inglés, al final de este capítulo, en ella, agradeciendo un libro mío que Mr. Lauck le había entregado en sus manos, me decía que había estudiado parte de mis libros y quedaba admirado por el poder del lenguaje y la vasta extensión de los asuntos tratados (él era más analítico que sintético). Pero cuando no se refiere mas, como aquí, a la parte puramente científica, sin embargo a la otra, filosófica y espiritual, concluye en la misma carta que no sabe si está de acuerdo o no con ella, porque, tratándose de un trabakjo filosófico, me alejaba del mundo del control de la experiencia, de modo que el asunto le parecía un trabajo independiente, de arte.

Esta idea está confirmada en otra carta, de 2 de Julio de 1952, también aquí traducida del inglés y publicada al final de este capítulo. Los dos libros, del que él habla, no trataban de asuntos científicos, sino principalmente filosóficos, morales, religiosos y espirituales. Y él concluye con estas palabras: Para mi viejo cerebro, entrenado en el recionalismo, todo esto me parece extraño, pero agradable.

Hablé de todo esto, dando pruebas, para explicar la mentalidad de él, increíblemente poderosa en el terreno positivo, racional matemático, verdadero genio ahí, pero hombre común fuera de eso. Él fue así un verdadero hijo de nuestro siglo, eso es, el científico profundo y especializado; pero, ante todo, analítico y sólo después, sintético; gran matemático, cuya mayor grandeza es la de tener la honestidad y sinceridad de reconocer que su cerebro está entrenado por el racionalismo y que, más allá de eso, él no se cree en un terreno que pueda aceptar como positivo. Paro esto no nos debe sorprender, porque esta es la forma mental de nuestro pensamiento científico moderno.

A pesar de esto la matemática es tan alta que se podría llamar también filosofía, porque ella se dirige a fin de alcanzar la solución de problemas filosóficos. La Teoría de los Quanta, de Planck, había enseñado que el universo físico seria hecho de pequeñas porciones (quanta) gobernadas, no por una causa hecha de orden, sino por el acaso. Einstein reaccionó diciendo “Yo no puedo creer que Dios esté lanzando datos con el universo”. Y siempre buscó demostrar la unidad del todo y con eso la presencia de un único principio central dirigente.

Él penetró en la profundidad de los mayores misterios del ser con los ojos del matemático. Pero los misterios son los mismos para todos. Mr. Lauck me decía que Einstein, muchas veces, daba la impresión de no poder aceptar la doctrina de la inmortalidad del alma. También frente a las mayores verdades del espíritu, él permanecía un matemático, un gran matemático que no podía resolver las grandes ecuaciones del espíritu. Así se explican sus dos cartas. Pero, de otro lado, él respetó y admiró las religiones como la cosa más noble. Y quien respeta, como verdadero científico, que no puede aceptar lo que no es demostrado positivamente, por el hecho de respetar, merece todo nuestro respeto.

Así, sin buscar, tuve la suerte de conocer al Prof. Einstein. Visité, después, nuevamente en Roma, Mr. Lauck, estrechando siempre mayor amistad. Le entregaba mis libros y cartas para el profesor Einstein y él entregaba todo en sus manos, o las colocaba sobre la mesa de trabajo. Yo me erizaba, especialmente pensando que mi inglés, tal vez, fuera errado. Habrá colocado su pipa para marcar las páginas, como era su habito cerca del tablero negro lleno de formulas matemáticas, sobre el gran desorden de los papeles esparcidos en la mesa de su escritorio. Pienso con tristeza en ese gran desaparecido que tuvo tanta bondad y humildad hasta de interesarse por mi trabajo tan pobre.

Pietro Ubaldi

 

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Cartas de Einstein a Pietro Ubaldi

The Institute for Advanced Study

Princeton, New Jersey — May 2nd, 1951

School of Mathematics

Prof. Dr. Pietro Ubaldi

Gubbio, Italy

 

Querido Profesor Ubaldi,

El señor Lauck fue muy gentil trayéndome su libro y su carta. Estudié parte de él y admire la fuerza del lenguaje y lo vasto de los asuntos allí tratados. Inicialmente, me pareció una especie de pesimismo en relación a la filosofía de Herbert Spencer y un énfasis bastante acentuado en la evolución del hombre a través del esfuerzo individual. Creo que este tipo de presentación no hace justicia al hecho de que el hombre es, predominantemente, un animal social. Con su empeño para encontrar una solución general, en un nivel más extenso, no me es fácil estar de acuerdo o discordar. El peligro de tales intentos filosóficos está en que las palabras se tornan disociadas del campo experimental. Toda la estructura me impresiona más como un trabajo de arte, independiente, como una interpretación intelectual de alguna cosa más.

Cordialmente, su

Albert Einstein

 

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The Institute for Advanced Study

Princeton, New Jersey – Julio 2nd, 1952

School of Mathematics

Profesor, Dr. Pietro Ubaldi

Gubbio, Italia

Querido Profesor Ubaldi,

Muchas gracias por los dos libros que el señor Lauck, gentilmente, me entregó. Intenté leer su libro sobre filosofía de la vida. Para mi viejo cerebro, entrenado en el recionalismo, todo esto me parece extraño, pero agradable.

Con mis recomendaciones,

Cordialmente suyo,

Albert Einstein.

26
ene
1951